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Por Eduardo López
Domingo, 13 de Diciembre de 2009 - Publicado en la Edición Impresa
La sala estaba repleta. Las butacas completas, los pasillos abarrotados, algunos sentados en el suelo, y en el aire un clima de festejo y alegría. El lugar era el aula magna de la Facultad Regional Resistencia de la Universidad Tecnológica Nacional.
Allí, donde año a año, ingenieros en sistemas, ingenieros mecánicos y graduados en decenas de carreras reciben sus diplomas que los acreditan para ejercer una profesión. Allí resonó la chillona y exultante voz de Lucila Díaz, 77 años, que leyó una carta escrita por ella misma. La escucharon con religioso silencio sus 500 compañeros que, como ella, recibieron el diploma que los acreditó como hombres y mujeres libres para enfrentar la dura batalla de la vida de todos los días con sus propias armas. Ella, como sus compañeros, obtuvo el certificado del Programa de Alfabetización para Jóvenes y Adultos “Encuentro”, que lleva adelante el área Educación Popular de la organización Barrios de Pie. Muchos dieron testimonio de lo que significó este año, en el que aprendieron a leer y escribir y la experiencia de haber dicho sí en etapas de la vida, en las que hay muchas otras preocupaciones. Demostraron la verdad de aquella frase de que “Nunca es tarde”, cuando se ama la vida, se ama a los semejantes empezando por la propia familia y cuando se tienen ideales. Ese acto, que se llevó a cabo hace hoy ocho días, pasó desapercibido para muchos en una época del año signada por las recepciones, los actos académicos, las entregas de distinciones, las despedidas, pero quizás haya sido uno de los de mayor contenido y significación. A la luz de lo que pasó vale la pena reflexionar sobre la existencia de organizaciones que, más allá de la acción del Estado, trabajan por la promoción de sus semejantes en aquello que es fundamental para el ser humano. Tan fundamental o más que la alimentación, la salud, el trabajo, porque dota de herramientas vitales para defenderse en la vida. Nunca como hoy en un mundo tan mediatizado, tan tecnificado y tan burocratizado, es tan denigrante que un ser humano no pueda comunicarse con el resto o no pueda integrarse a la sociedad por ser analfabeto. Por no haber tenido oportunidad de haber ido a la escuela en su momento y de haber sido prisionero de las urgencias que reclamaban el trabajo para subsistir, antes que la escuela. Estas quinientas personas mayores que salieron de la esclavitud de la ignorancia, demuestran que existen organizaciones que trabajan por esta liberación, que son varias pero que quizás, o no tienen todos los medios necesarios o los supera la tarea a emprender por las lógicas dificultades que se suscitan a cada paso. Pero ponen de manifiesto que es posible luchar y lograr resultados contra esta endemia. Un número a borrar Las estadísticas, esas reales que ponen al Chaco en los últimos lugares de todos los indicadores sociales del país, dicen que en la provincia hay 60.000 analfabetos puros, hombres y mujeres que no saben ni leer ni escribir, una cifra que señala algo más del seis por ciento del total de habitantes, mucho más que la media nacional. Número elevado pero que, si se lo propone, puede ser combatido y con una cruzada con objetivos claros y una fuerza mística puede llegar a desterrarse, para llegar al ansiado “analfabetismo cero”. Otros países lo lograron. Algunas provincias argentinas están empeñadas en ello. Hay que proponérselo. Sólo hay que trazar objetivos, delinear acciones y ponerlas a la práctica en forma agresiva. En una provincia en la que estamos llenos de programas, de planes que se anuncian todos los días y de muchos de los cuales nunca se saben los resultados, ni dónde van a parar los fondos. Donde los funcionarios planificadores abundan, no es descabellado pensar que se intente, una vez más, terminar con esta lacra, esta vergüenza de tener tantos analfabetos; pero más allá de las palabras, con metas fijas y concretas. No hace muchos años funcionó a pleno y con vigor el programa “Nunca es tarde” con la participación de voluntarios y crecieron los centros alfabetizadores en toda la provincia con personas que donaron tiempo para trasmitir a sus semejantes el conocimiento. Hay que decir que por algunos años se desarrolló con acierto y que podía pensarse en la posibilidad de al menos acercarse a la tasa nacional. Hoy, a la distancia, se puede afirmar que faltó apoyo de quienes debieron darlo. Que la mística era de un reducido grupo que no alcanzó a trasmitirla. Que los resultados no dieron un rédito político que se pudiera contabilizar en las urnas, ni que pudiera llenar bolsillos. Así se fue muriendo lentamente, algo que llegó a ser modelo en el país y a interesar a personajes del calibre de Ernesto Sábado, que fue uno de los padrinos de la tarea. Eso se perdió y el programa vegeta con acciones que posibilitan la alfabetización pero que, a ese ritmo, no van a terminar con los analfabetos ni en los próximos veinte siglos. Tarea de todos Lo que pasa que esta tarea de terminar con la ignorancia- no debe ser sólo una tarea del Estado, a veces en manos de políticos para los que no es negocio que todos los habitantes con capacidad de voto puedan decidir por sí mismos. Debe ser tarea de toda la sociedad a través de sus organizaciones de todo tipo, como ésta, que hizo posible el acto con los 500 alfabetizados en este año. Se nos ocurre que es tarea afín para aquellos que están directamente ligados con la enseñanza, como pueden ser los docentes. No sería descabellado pensar, ya que existen en el Chaco al menos catorce gremios docentes, que éstos, a través de sus tareas de extensión social y de beneficio para las comunidades donde desarrollan su tarea, podrían participar del plan alfabetizador, sin dependencias del Estado, por iniciativa propia. Sería una forma de trascender, de dejarse de rascarse sólo para adentro por sus reivindicaciones y de contribuir con una noble tarea. Como podrían hacerlo los partidos políticos, los otros gremios algunos —muy poderosos—, muchas organizaciones vecinales, entidades de todo tipo, bajo una coordinación general que posibilitaría que no se superpongan esfuerzos y se malogren intenciones. Estamos convencidos de que, aún en una provincia pobre como ésta, es posible llegar al analfabetismo cero. Sólo hay que proponérselo, obrar con inteligencia, sumar esfuerzos, ser solidarios, generosos en la entrega de tiempo y de conocimientos e inteligentes. La tarea de realiza Barrios de Pie, más allá de su ideología política, es digna de mención y de imitación. Si no se logra será por exclusiva responsabilidad de nosotros, los chaqueños.
Domingo, 13 de Diciembre de 2009 - Publicado en la Edición Impresa
La sala estaba repleta. Las butacas completas, los pasillos abarrotados, algunos sentados en el suelo, y en el aire un clima de festejo y alegría. El lugar era el aula magna de la Facultad Regional Resistencia de la Universidad Tecnológica Nacional.
Allí, donde año a año, ingenieros en sistemas, ingenieros mecánicos y graduados en decenas de carreras reciben sus diplomas que los acreditan para ejercer una profesión. Allí resonó la chillona y exultante voz de Lucila Díaz, 77 años, que leyó una carta escrita por ella misma. La escucharon con religioso silencio sus 500 compañeros que, como ella, recibieron el diploma que los acreditó como hombres y mujeres libres para enfrentar la dura batalla de la vida de todos los días con sus propias armas. Ella, como sus compañeros, obtuvo el certificado del Programa de Alfabetización para Jóvenes y Adultos “Encuentro”, que lleva adelante el área Educación Popular de la organización Barrios de Pie. Muchos dieron testimonio de lo que significó este año, en el que aprendieron a leer y escribir y la experiencia de haber dicho sí en etapas de la vida, en las que hay muchas otras preocupaciones. Demostraron la verdad de aquella frase de que “Nunca es tarde”, cuando se ama la vida, se ama a los semejantes empezando por la propia familia y cuando se tienen ideales. Ese acto, que se llevó a cabo hace hoy ocho días, pasó desapercibido para muchos en una época del año signada por las recepciones, los actos académicos, las entregas de distinciones, las despedidas, pero quizás haya sido uno de los de mayor contenido y significación. A la luz de lo que pasó vale la pena reflexionar sobre la existencia de organizaciones que, más allá de la acción del Estado, trabajan por la promoción de sus semejantes en aquello que es fundamental para el ser humano. Tan fundamental o más que la alimentación, la salud, el trabajo, porque dota de herramientas vitales para defenderse en la vida. Nunca como hoy en un mundo tan mediatizado, tan tecnificado y tan burocratizado, es tan denigrante que un ser humano no pueda comunicarse con el resto o no pueda integrarse a la sociedad por ser analfabeto. Por no haber tenido oportunidad de haber ido a la escuela en su momento y de haber sido prisionero de las urgencias que reclamaban el trabajo para subsistir, antes que la escuela. Estas quinientas personas mayores que salieron de la esclavitud de la ignorancia, demuestran que existen organizaciones que trabajan por esta liberación, que son varias pero que quizás, o no tienen todos los medios necesarios o los supera la tarea a emprender por las lógicas dificultades que se suscitan a cada paso. Pero ponen de manifiesto que es posible luchar y lograr resultados contra esta endemia. Un número a borrar Las estadísticas, esas reales que ponen al Chaco en los últimos lugares de todos los indicadores sociales del país, dicen que en la provincia hay 60.000 analfabetos puros, hombres y mujeres que no saben ni leer ni escribir, una cifra que señala algo más del seis por ciento del total de habitantes, mucho más que la media nacional. Número elevado pero que, si se lo propone, puede ser combatido y con una cruzada con objetivos claros y una fuerza mística puede llegar a desterrarse, para llegar al ansiado “analfabetismo cero”. Otros países lo lograron. Algunas provincias argentinas están empeñadas en ello. Hay que proponérselo. Sólo hay que trazar objetivos, delinear acciones y ponerlas a la práctica en forma agresiva. En una provincia en la que estamos llenos de programas, de planes que se anuncian todos los días y de muchos de los cuales nunca se saben los resultados, ni dónde van a parar los fondos. Donde los funcionarios planificadores abundan, no es descabellado pensar que se intente, una vez más, terminar con esta lacra, esta vergüenza de tener tantos analfabetos; pero más allá de las palabras, con metas fijas y concretas. No hace muchos años funcionó a pleno y con vigor el programa “Nunca es tarde” con la participación de voluntarios y crecieron los centros alfabetizadores en toda la provincia con personas que donaron tiempo para trasmitir a sus semejantes el conocimiento. Hay que decir que por algunos años se desarrolló con acierto y que podía pensarse en la posibilidad de al menos acercarse a la tasa nacional. Hoy, a la distancia, se puede afirmar que faltó apoyo de quienes debieron darlo. Que la mística era de un reducido grupo que no alcanzó a trasmitirla. Que los resultados no dieron un rédito político que se pudiera contabilizar en las urnas, ni que pudiera llenar bolsillos. Así se fue muriendo lentamente, algo que llegó a ser modelo en el país y a interesar a personajes del calibre de Ernesto Sábado, que fue uno de los padrinos de la tarea. Eso se perdió y el programa vegeta con acciones que posibilitan la alfabetización pero que, a ese ritmo, no van a terminar con los analfabetos ni en los próximos veinte siglos. Tarea de todos Lo que pasa que esta tarea de terminar con la ignorancia- no debe ser sólo una tarea del Estado, a veces en manos de políticos para los que no es negocio que todos los habitantes con capacidad de voto puedan decidir por sí mismos. Debe ser tarea de toda la sociedad a través de sus organizaciones de todo tipo, como ésta, que hizo posible el acto con los 500 alfabetizados en este año. Se nos ocurre que es tarea afín para aquellos que están directamente ligados con la enseñanza, como pueden ser los docentes. No sería descabellado pensar, ya que existen en el Chaco al menos catorce gremios docentes, que éstos, a través de sus tareas de extensión social y de beneficio para las comunidades donde desarrollan su tarea, podrían participar del plan alfabetizador, sin dependencias del Estado, por iniciativa propia. Sería una forma de trascender, de dejarse de rascarse sólo para adentro por sus reivindicaciones y de contribuir con una noble tarea. Como podrían hacerlo los partidos políticos, los otros gremios algunos —muy poderosos—, muchas organizaciones vecinales, entidades de todo tipo, bajo una coordinación general que posibilitaría que no se superpongan esfuerzos y se malogren intenciones. Estamos convencidos de que, aún en una provincia pobre como ésta, es posible llegar al analfabetismo cero. Sólo hay que proponérselo, obrar con inteligencia, sumar esfuerzos, ser solidarios, generosos en la entrega de tiempo y de conocimientos e inteligentes. La tarea de realiza Barrios de Pie, más allá de su ideología política, es digna de mención y de imitación. Si no se logra será por exclusiva responsabilidad de nosotros, los chaqueños.
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